25 ene 2011

Escape del zoológico

El día prometía y decidimos inaugurarnos en eso que se supone deben hacer mamá, papá y chichí (miaumiau no estaba invitado) después del almuerzo de los domingos: el clásico paseo familiar. El Zoo Ave esperaba de alas abiertas a los papás primerizos. Más que un destino sería un laboratorio.

Una compañera de trabajo me preguntaría al día siguiente: “¿No está tu bebé muy chiquita para disfrutar eso?” Yo le mentí algunas excusas y, mientras tanto, me corría en la cabeza el cortometraje de la tarde anterior.

Las lapas rojas vieron a Julia contenta, el lagarto ya nos vio a nosotros acongojados y los monos solo nos vieron el polvo porque Andrea y yo pasamos volados, con Julia llorando de brazo en brazo y buscando la salida. De cajón está decir que se calmó a 20 pasos de la puerta cuando ya no habían bichos alrededor, con excepción de los pavos reales que andan sueltos por el zoológico. Ellos también corrían -realmente despavoridos- para huir de las mocosas que querían desplumarlos para llevarse un souvenir. Papá y mamá las regañaban con pereza tirados en el zacate, viviendo su propia versión de la clásica tarde familiar.

A nosotros todavía nos retumbaba el corazón por el sprint. Tal vez valdría la pena guardar energías: esta pinta como una maratón.


Minis de calabaza. Camada para doña Perla y compañía en el México.

Mari pidió uno para probar (aunque la calabaza no es lo de ella).


¿Qué tienen que ver los whoopies con el zoológico? Lea esto


2 comentarios:

  1. Presumo que Julia es una ecologista en potencia que se sintió escandalizada por el escaparate de animales silvestres en cautiverio.A mí parecer los zoológicos son tal un pájaro en una jaula:irónicos.

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  2. Mario, tenés que ir al ZooAve. Ahí los animales que están se están rehabilitanto para volver a ser integrados en su hábitat. Es un zoológico feliz :)
    A.

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