Se refiere a gente sin jerarquía alguna, que hace algo especial. Según él mismo dice en el prólogo (y la cita no es textual porque viene de mi pésima memoria, le pongo comillas solo para darle caché): "Lo prudente es enemigo de lo interesante". Por eso es que esta gente, que no tiene un alto puesto que perder, nada más se tira al agua y hace lo que quiere, dice lo que piensa y listo. Ese simple hecho los hace fueras de serie.
Cuando uno tiene bebé comienza a conocer el barrio porque a los chiquitos les fascina el paseo. La ruta empieza a definirse con base en el número de perros idiotas que ladran. "Esta es la calle del cocker chiflado (valga la redundancia), mejor agarremos la otra donde está el señor en la mecedora".
Uno de esos genios menores es César Millán, el encantador de perros. Pienso mucho en él cuando paseo por el barrio. En cómo pondría en su lugar a esa sarta de mal amansados. Hoy vi a un french poodle, sin correa, al lado de su amo, caminando tranquilo y disfrutando el paseo.
Gladwell trata de descifrar qué es lo que tiene Millán para que los perros le hagan caso. Incluso, lo compara con ese profesor que hacía a todos callar sin tener que ponerse autoritario. Eso me lleva a los jefes, mamás y papás, funcionarios públicos, compañeros de brete, etc., que tienen un no-se-qué que hacen que uno quiera hacer lo que le piden (u ordenan) de la mejor manera. Aquellos que verdaderamente inspiran.
Del otro lado, están los tiranos menores (ese es un término propio, Gladwell no sería tan obvio), esa gente que no tiene jerarquía pero que se empeña en ejercer su mínima cuota de poder de manera arbitraria y absurda. Esa es la gente que nos hace decir unas 100 veces al año, ¿pero qué le costaba?
El funcionario público que tenía cara de "no". El funcionario del banco privado que tenía cara de "no" con una enorme sonrisa. El profesor que hace repetir al chamaco el año porque le faltaba un punto. El compañero de brete que sintió herido su ego porque lo pasaron por alto y se venga a cuenta gotas obstruyendo cada proceso que sigue. El jefe que no deja mandar ni un correo sin su firma porque siente que el junior de 21 años le va a quitar su puesto de CEO.
He tenido jefes buenos y jefes malos (he tenido muchos, no pregunten por qué). Tuve uno, que ahora es un amigo entrañable, que tenía el poder de que yo hiciera todo y más por ese trabajo; que dejara alma, vida y corazón de 9 a 5 (las horas son un eufemismo).
Millán habla de la sumisión en los perros. Un perro sumiso es un perro feliz. Yo creo que se trata de confianza. Cuando hay un líder en el que confiamos podemos al fin relajarnos.
Tenemos un profe que cree en nosotros y que a como nos exige, así nos considera. Tenemos a un jefe que nos inspira, nos hace crecer y nos deja la lengua afuera.
La agresividad no da confianza, los gritos y los maltratos tampoco. Los tiranos menores no inspiran a nadie. Están enfermos de ego. No dan confianza; todos están ansiosos a su alrededor. Y no hay nada peor que un perro con miedo.

De fresa, para Sarita y Ginette.