Andrea y yo salimos la otra noche. No recuerdo cuándo había sido nuestra última salida como pareja. Seguro que tendríamos que ver un calendario del 2010. Cenamos y nos tomamos dos cervezas. ¡Dos birras! Eso bastó para termináramos bombeadísmos. A las 10:30 p. m. llegamos arrastrando los pies a casa.
Abrimos la puerta y la amiga Paula, quien nos sirvió de niñera, nos regañó por llegar tan temprano (como una mamá del mundo alverrés). Aquella noche dormimos la mona y roncamos la juerga.
Hace diez años, Andrea y yo nos topábamos en las inmediaciones de los bares de la U y nos saludábamos de lejos, medio ebrios, con algunas más que dos cervezas encima. Hace cinco años, cuando ligábamos, los bares cerraban y nosotros seguíamos dentro.
El alcoholímetro mide el alcohol; pero el alcohol nos mide a nosotros. Hasta para echarnos un trago hemos perdido la condición física.
Y eso es bueno o malo?
ResponderEliminarSaludos
Hattori
Sartencaliente.blogspot.com
Ni una ni otra, Hattori: ¡es pésimo! ;)
ResponderEliminar