7 abr 2011

Cuando los "bullies" crecen

De niña tuve a una amiga muy jodida que era mi bully. Ese es el peor escenario porque nadie sospecha que tu mejor amiga te acosa e intimida. Menos si tiene ojos verdes. Yo -con ojos marrones, extrovertida hasta el hartazgo y que, en la clase que nos explicaron los peligros de la electricidad, dibujé a mi mamá gritando "Jueputa" electrocutada- era la única sospechosa de todo lo malo que pasaba.
De cualquier manera, mi amiga verdugo, como pasa tantas veces en la vida, formó mi caracter: me hizo sospechar para siempre de la gente de ojos verdes y de aquellos a quienes les suda el bigote.
Siempre fui una niña miedosa. Nunca me gustaron las alturas (cuando digo altura, digo, unas 3.000 cosas distintas). Cuando Pepita (seudónimo divertido para mi bully) se enteraba de que algo me aterraba, de repente, ese algo se convertía en su actividad favorita para hacer conmigo. Recuerdo una hamaca espantosa, altísima y con solo un tubo para sentarse, en la que me subía luego de hacerme a mí misma todo un lavado de cerebro durante la clase de matemáticas para lograr montarme (consecuencia de esto: tuve que estudiar periodismo). Cuando tocaban el timbre para entrar a clases, Pepita con agilidad de chango se bajaba de la suya, se dirigía a la mía y me mecía con todas sus fuerzas; luego huía a toda prisa. Pepita era el diablo.
Entre chicas el bullying usualmente no es físico, sino es emocional: la ley del hielo, el cuchicheo, la humillación. Cuando pasó lo de la hamaca yo tenía ocho años y me quedarían por delante unos cuatro años más de chilillo al estilo de "friends 4 ever".
Desconozco qué fue de ella pero la recuerdo con regularidad porque tengo una amiga que tenía a una Pepita de jefa, o mejor dicho, a un Pepito. Tenía a un matón de jefe (yo también los he tenido pero este país es muy pequeño como para poder hablar de eso).
- ¡Lola (seudónimo divertido para mi amiga), ¿dónde están mis mentitas del escritorio?!, gritaba a todo galillo.
Lola se aproxima y abre la puerta.
-¿Qué pasó, don Pepo?
- ¡Como que qué pasó! ¡Se dice: "Mande usted"!
Alguna vez leí en un libro de autoayuda o primo de esos, llamado "Todo lo que necesito saber, lo aprendí en el kindergarden", que en una tribu loquísima de esas localizadas donde el viento se devuelve, los nativos se subían a un árbol y le gritaban al árbol de la par, todos los días, por 30 treinta días. El último día, el árbol de la par se caía. Mi amiga Lola estuvo en el día 29.
Muchos no llegan al día 30.
Hay diversas maneras de lidiar con el bully. De niña, mi estrategia era ignorar. Luego de la hamaca convertida en toro mecánico cortesía de mi mejor bully, nos mandábamos papelitos entre risas y luego le dábamos elástico. En el círculo de la violencia se llama "luna de miel".
En el trabajo es una buena estrategia para los imbéciles lamebotas pero no todos tienen vocación para eso.
Están los mártires que pasan justificando al jefe de mil maneras, ya sea diciendo que él es un ser pequeño (que lo es) o un sin fin de basura que no viene al caso: Es que su esposa es una fiera, es que tiene mucho trabajo, es que el café estaba frío, es que está estreñido.
Y están mis favoritos: los iracundos miserables, que sencillamente no pueden conformarse. Porque si bien uno sabe que los bullies son personas terriblemente débiles, inseguras y solas, no hay nada que justifique la agresión. Lola es de las iracundas, pero siempre cuesta, porque cuando te tratan como a una porquería, a veces, uno se termina preguntando si es porque uno lo es.
Un día vi a Pepita a sus ojos verdes y le dije -aduciendo absurdos- que no podría ser más su amiga. Pepita se enojó pero no me quedé para verlo y un matón sin alguien a quién aporrear es un cachorrito desvalido.
A horas de que se cumplieran los 30 días, Lola le dijo a don Pepo que decían que afuera de la oficina salía el sol y que iba ir a ver si era cierto, que ya volvía.

Se quedó bronceándose.



La foto es de Baked. Los whoopies de red velvet siempre la
han tenido contra Darío y contra mí; se nos desmoronan.

9 comentarios:

  1. No hay palabras.. lo amé intensamente! justo lo que necesitaba leer ;)..es que hay gente maligna! y Lola es la mejor!

    ResponderEliminar
  2. Buenísimo el post. Este asunto de los matones es cada vez más común de lo uno cree y complejo en la adultez. He trabajado con matones y matonas, lo que nunca he entendido es por qué (sabiendo que son matones y es facilísimo reconocer a su víctima) les dan más poder y lo peor, una cuota de poder que está institucionalizada y por tanto legitimada. Eso me recuerda a otro de tus post sobre los "pequeños tiranos". De nuevo, buen post.
    Un beso a los tres :*

    ResponderEliminar
  3. Lo peor o lo mejor, es que estas personas "curten" (literalmente) la personalidad. Yo - desgraciadamente por mi físico - pasé 8 años, de primer grado a octavo año, siendo agredido por este tipo de personas. Luego en la adolescencia, cuando crecí, el asunto desapareció, por tratarse de un tema físico, pero emergió de nuevo laboralmente, cuando lo que importa es tu ideología o las relaciones de poder. Gracias Andre, magistral como siempre, y un fuerte llamado a analizar nuestra vida, aderezada con unos exquisitos (lo digo por la foto...) bakeds.

    ResponderEliminar
  4. Dicen que Lola se bronceará el resto de sus días y hará llegar sus rayos de sol a todos menos a Pepo!

    ResponderEliminar
  5. Sencillamente genial! Me encanta!!!

    ResponderEliminar
  6. Mich: Yo me he preguntado lo mismo. ¿Cómo es que esa gente puede ascender? Creo que hay gente que considera que si se hace amigo de los bullies está protegido..., por eso, hasta quienes reclutan quieren ganarse su afecto. A veces, el mundo adulto sigue pareciendo un concurso de popularidad.
    Lola: Querida, qué lindo que pasés por aquí. Bienvenidas las lolas del mundo.
    Salo: Gracias por el piropazo. Un abrazo desde la cocina.

    ResponderEliminar
  7. Esta Lola II hoy dijo: Ya no más, nunca más. Gracias por este interesante texto, me cae como anillo al dedo.

    ResponderEliminar
  8. Sin duda es difícil de lidiar con eso, uno sabe que de alguna manera los jefes siempre tienen la razón, pero uno tambien requiere del trabajo.

    Yo no recuerdo jefes agresores, pero sin duda abundan, además, de seguro que no todos te gritan cosas, algunos te tratan mal con sutileza.

    sartencaliente.blogspot.com

    ResponderEliminar