11 mar 2011

Amnesias

Es martes por la noche y, después del trabajo, debo pasar al súper a comprar los ingredientes para una horneada. Llevo una lista que hice en la oficina, la reviso en los pasillos del súper y vuelvo a chequear el papel arrugado en las cajas. Cuando llego a casa, después de los holamiamor, Andrea revisa la bolsa y nota que falta la mantequilla, que estaba de segunda en la lista. Me golpeo la frente con la palma (autocastigo para neuronas perezosas), las ruedas del carro chillan y otra vez estoy en el súper. Además de la mantequilla decido aprovechar el viaje para comprar cebollas, que las echábamos en falta desde hace mucho. Cuando regreso a casa, Andrea revisa la bolsa y anota: ¿Para qué compraste cebollas? Vos compraste un montón en la feria el sábado.

Cada vez que tengo un olvido -lo cual pasa un par de veces al día- siento que soy el flacucho colegial que cada tanto deja la tarea sobre la mesa del comedor. Si los caballeros no tienen memoria, abran paso a este Lord inglés. Cuento esto para probar que Andrea miente, o por lo menos tuerce la verdad: mi memoria a largo plazo puede parecer entera, pero los recuerdos chicos del día a día se me van cada cinco minutos entre las horquetas.

Para reavivar la memoria, la ciencia recomienda la meditación, las carreras..., pero la receta que más me gusta está en hacer que las neuronas hagan gimnasia. Revisando cosas viejas en ese baúl de los recuerdos en que a veces se convierte una computadora personal vieja, encontré este artículo del New York Times que evidentemente había olvidado. La nota dice que uno debe procurar salir de su “zona de confort” para zarandear las neuronas, reactivar la sinapsis y tener la mente en forma para los recuerdos.

El artículo recoge la experiencia de Kathleen Taylor, una investigadora que sabe que se le pueden enseñar nuevas cosas a un perro viejo y que ha estudiado maneras de enseñar a los adultos.

“Necesitamos ir más allá y retar nuestra percepción del mundo. Si usted siempre anda con aquella gente con la que está de acuerdo y lee cosas que están de acuerdo con aquello que usted ya conoce, usted no va a luchar con las conexiones establecidas en su cerebro”, dice la doctora en una traducción encarrerada.

Va con el “No”, pues escuche a los del “Sí”; aprenda a tocar un instrumento, no viaje a casa por la presa de San José, escoja la de la pista de circunvalación (no será menos frustrante, pero al menos le dará algún entrenamiento a las neuronas).

En los últimos meses llegó la Julia, lo cual nos puso la vida patas arriba a Andrea y a mí. Con una bebé de seis meses no hay rutina que aguante dos semanas. Esta revolución -tan tuanis, por lo demás- bastaría para overjolearme el cerebro y dejarme la memoria finita-finita según la doctora Taylor; pero estoy peor. No retengo nada, doctora, y más a menudo me siento el colegial olvidadizo.

No quiero convertirme en un campeón de la memoria, solo quiero llevar todo lo que Julia necesita en la guardería, no dejar olvidado el almuerzo que hicimos la noche anterior con tanto, tanto esfuerzo (para poder ahorrar plata y pagar la guardería) y, claro, comprar todo lo que necesito del súper en una sola visita.

La cosa es que no sé qué hacer y el problema es más serio que la anécdota. Un olvido lo pago yo, pero también lo sufre la gente que quiero. La ciencia también me dice “¿Problemas de memoria?: ¡duerma más!”, pues que la ciencia nos venga a chinear a la chiquita por las madrugadas.

Salen las tapas de los whoopies de banano.

2 comentarios:

  1. Esto está estupendo!!! digo, no lo de los olvidos. Carlo está. La situación se me ha agravado en el los últimos años y también al ritmo de y a paso marcado de quienes duermen en los otros dos cuartos de mi casa.

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  2. Si esti fuera una declaracion para fundar un grupo de ayuda en pro de las mentes normales que a veces olvidan algo, amigo te digo que aqui esta tu socio fundador y patrocinador oficial!!!!

    O sea, si algo se nos olvida NO ES, repito, NO ES porque no nos interese, o porque no estamos poniendo atencion, o porque ya no somos tan detallistas, o porque hemos cambiado... NOOOO! Si tuviera una respuesta ante esto, creanme que ya la hubiera olvidado. Digo, para ser consecuente con la problematica, no?

    Pero la peor parte no es solo sentirnos mal por el olvido, que ya de por si prende la luz de "check engine" de tu retentiva, sino que le siguen todas esas frases de refurzo como: "estas bien?", "te pasa algo?", o la ganadora del Oscar al 'haga un palillo de dientes de ya caido arbol (a.k.a. usted)': "deberias ir a revisarte, porque eso no es normal"... ah?

    Pero el asunto no termina ahi, no sennor!!! Lo bueno inicia cuando ya han sido tantas veces que tienes esa fuga de memoria que empiezas a pensar realmente que hay algo malo en mi. Y entonces empieza la pequenna voz interna a sonar como un parlante de discomovil en pleno baile colegial: "Sera la edad?", "Estare bien?", "Ay no, nada que ver, si estoy en todas!!!" e incluso sonries un poco despues de pensar esta ultima... Al rato, " Mejor llamo alguna de mis amigas doctoras para preguntarle si estare bien..."

    Por cierto Adre, pasame el numero de Pau... O el de Dia, porque al rato y es operable...

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